Las Provincias
Los loteros de La Eliana (Valencia) celebran la venta del Gordo del año pasado.
Los loteros de La Eliana (Valencia) celebran la venta del Gordo del año pasado. / Archivo

La ilógica de la superstición

  • Las administraciones de la madrileña calle Zurbano o de la localidad gaditana de El Bosque esperan multiplicar sus ventas después de que el año pasado repartieran gran parte del Gordo

Da igual el frío, la lluvia o las horas de espera en la calle. Miles de personas aguardan con estoicismo lo que haga falta con tal de comprar un décimo de lotería en su administración fetiche. No hay nada lógico en esta actuación. Simplemente, la tradición, la supervisión, el cariño a un ser querido o las manías de cada jugador provocan efectos extraños. Así la administración número 1 de El Bosque (Cádiz), la número 79 de Madrid o la número 2 de La Eliana (Valencia) han visto cómo vecinos y foráneos se acercaban a sus establecimientos en busca de décimos. Las tres fueron algunos de los lugares donde se vendió 13437 del año pasado, ese número que los agraciados no olvidarán nunca más.

Además de estos centros temporales de superstición, luego están los clásicos como Doña Manolita, donde turistas y vecinos de la capital adquieren números desde agosto. La Bruixa d’Or (Sort, Lérida) no para de despachar números tanto en ventanilla como por internet. Lo mismo sucede en otras administraciones como Valdés (Barcelona), Sagasta (Sevilla) o La Envidiosa Millonaria. Esta última, la administración número 2 de Murcia, se caracteriza por tener siempre un objeto para representar a la buena suerte. Pero comprar en estos lugares no aseguran que los niños de San Ildefonso canten el número que llevamos. "Doña Manolita o La Bruixa d’Or dan más premios porque tienen más números. No hay otra causa lógica", asevera Conrado Manuel, profesor de Estadística en la Universidad Complutense de Madrid. "Un número comprado en cualquier otro sitio tiene las mismas probabilidades que otros", indica el catedrático.

La superstición, asegura el profesor Manuel, es la única causa lógica, "por llamarlo de alguna manera", que impulsa a las personas a guardar cola durante horas. "Son creencias populares de un fenómeno que está muy arraigado. En la última Guerra Civil, se popularizó la idea de que una bomba de un avión o de artillería no podía caer en el mismo sitio que una anterior. Por eso, la gente se iba a los cráteres existentes. Evidentemente, hubo bombas que en el mismo sitio", explica el profesor. Pero a pesar de las evidencias científicas, los españoles siguen acudiendo armados de paciencia a Ormaechea (Bilbao) o El Templo de la Suerte, situado en la localidad asturiana de Nava. "Es más fácil jugar con las creencias facilonas porque la gente no considera la ley de probabilidad", comenta el profesor, quien recuerda que el principal beneficiario del sorteo especial de Navidad es el Estado. Las arcas públicas se quedan con el 45% de la recaudación y solo reparte el 55% de un sorteo que ya supera los dos siglos de vida.